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Ramón Mateos
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Ammunition Deli

VIOLENCIA-FICCION. DANIEL VILLEGAS

Resulta paradójica la naturaleza de la violencia en el ámbito occidental contemporáneo. Mientras el nivel de riesgo ante cualquier tipo de eventualidad ha decrecido exponencialmente, una sensación obsesiva, incluso histérica, de inseguridad invade a la ciudadanía en relación con la violencia física.

¿Cuál es el origen de esta violencia o más bien quién la ejerce? Sostenía Weber que el estado se mantiene mediante el ejercicio del monopolio de la violencia legítima, siendo ésta el elemento fundacional de cualquier estado según señaló Trotsky en Brest-Litovski en 1918. Sin embargo, y pese a que esta situación descrita a principios del siglo pasado sigue vigente en la actualidad, el temor generalizado a la violencia no se refiere directamente a la generada por el estado liberal en la práctica del poder, más bien se trata de una construcción narrativa que legitima y oculta a la primera.

En este sentido, es posible encuadrar en el mecanismo descrito los sucesos en relación con la cumbre del G8 en Génova en 2001. En este caso como en muchos otros, recientemente en Madrid en relación con los incidentes violentos en una manifestación contra la guerra en Irak, se construye, por parte de los administradores de la violencia legitima, previo al acontecimiento un estado psicológico de amenaza situando al colectivo, o al menos a una fracción del mismo, en la orbita de la violencia ilegal, criminal e indiscriminada. Se trata pues, de un mecanismo conducente a la desautorización de los argumentos en los que se fundan las protestas contra la hegemonía de la violencia sostenida por los estados y grupos de poder, salvaguardando así de la visibilidad total la naturaleza de este monopolio que será únicamente mostrado en la versión más tosca y superficial de la carga policial como violencia legitima contrapuesta a la ilegal, la de los manifestantes, inserta dentro de la ficción basada en una narración de los hechos hipertrofiada de la que se infiere la amenaza que los ciudadanos han de temer.

Frecuentemente, se ha relacionado la violencia ilegal de la ciudadanía con el totalitarismo como subterfugio tal y como indica Slavoj Zizek: «A lo largo de toda su trayectoria, el «totalitarismo» ha sido una noción ideológica que ha apuntado la compleja operación de «inhibir los radicales libres», de garantizar la hegemonía demoliberal; ha permitido descalificar la crítica de izquierda a la democracia liberal como el revés, el «gemelo» de las dictaduras fascistas de derechas (…) en lugar de permitirnos pensar, y obligarnos a adquirir una nueva visión de la realidad histórica que describe, nos descarga del deber de pensar e incluso nos impide activamente que pensemos(1)«

La construcción de un sofisticado dispositivo narrativo en relación con la violencia que emana de una amenaza cuya forma varía según las necesidades de ocultación o visibilidad del monopolio de la violencia no es nuevo (2), sin embargo en el contexto demoliberal occidental actual la sensación de riesgo y la percepción de la violencia tienen su origen en ficciones fundadas en la percepción mediada de la cual es elemento esencial la imagen televisada. Es la ficción televisiva la que establece los parámetros de la obsesión contemporánea en relación con la violencia que aparece fantasmagóricamente como amenaza al confort de la vida cotidiana en los países occidentales. Esta sustitución referencial sólo es posible gracias al contexto contemporáneo del «todo ficcional» analizado por Marc Augé que sitúa a la televisión como elemento clave de este mecanismo debido a su presencia en la intimidad cotidiana capaz de marcar el ritmo de la vida diaria y fundamentalmente por su capacidad de «ficcionalización» total igualando acontecimientos de distinta naturaleza en un continuo e insidioso torrente de imágenes donde <<… ya no es la ficción la que imita a la realidad, sino que es lo real lo que reproduce la ficción(3)>>

Precisamente, son las ficciones emanadas de las de televisión las que conforman nuestro imaginario acerca de la violencia en un contexto de igualación (todo ficcional) de las series y películas con otro tipo de informaciones extraídas de sucesos mostradas por telediarios y otros programas con vocación documental o pseudo – documental. La obsesión contemporánea por la seguridad tiene en gran parte su principio en la violencia ficcional televisada que oculta de manera muy efectiva el monopolio de la violencia que sostienen estados y corporaciones mostrándose ésta desmaterializada(4) .

Paradójicamente el efecto de la superabundancia de imágenes violentas, convertidas en un producto de consumo más, no crea un perfil de ciudadano violento en cierto sentido, tal y como se ha expresado en repetidas ocasiones, más bien al contrario esa saturación de una violencia ficcionada produce una sensación ambivalente de hastío y temor. Hastío, auto represión, para ejercer actos violentos por los propios medios y temor a ser objeto de éstos que desemboca en una tensión que será administrada por los que rigen el monopolio de toda violencia.

En este terreno de la Violencia – Ficción la sociedad occidental encuentra el perfil de su amenaza en aquellos con los que los administradores del monopolio entran en confrontación directa, mientras que el alubión de imágenes violentas cultivan la mansedumbre del ciudadano; «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra…»y mientras eso sucede los amos del monopolio de la violencia legítima la administran.

1.- Zizek, S., ¿Quién dijo Totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal)uso de una noción, Pre – Textos, Valencia, 2002, p. 13.

2.- Sirvan como ejemplos la creación de la figura del «enemigo interior» en la Alemania Nazi o el más reciente dispositivo denominado «Guerra Fría», construcción ideológica que siguiendo la argumentación de Chomsky resultó ser una invención que nunca supuso una amenaza del apocalíptico calibre que se le confería.

3.- Augé, M., La guerra de los sueños. Ejercicios de etno – ficción, Gedisa, Barcelona, 1998, p.141.

4.- Los administradores de la violencia legitima procuran no mostrar el aspecto físico de la misma e incluso cuando recurren a la violencia física, por ejemplo la reciente invasión de Irak por parte de la coalición EEUU – RU, elaboran una ficción para su consumo interno y el de sus aliados donde en virtud del uso de la tecnología militar casi desmaterializa produce una narración donde la violencia física es eliminada casi por completo.