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Resistencia III
Hierro y hormigón armado, dimensiones variables, 2018
Parece que en la actualidad, el binomio realidad-tiempo que vivimos como presente, se empeña en mostrarnos que no hace falta entender de mecánica cuántica para saber lo qué es un agujero de gusano, lo que significa que el espacio, y especialmente el tiempo, se puedan plegar sobre sí mismos. La actualidad nos enfrenta a ello constantemente.
Mientras Hitler planificaba un nuevo mundo que orbitara alrededor de la capital nazi e ideaba la solución final en 1934, como parte del plan de Albert Speer para la reconstrucción de Berlín, se proyectó la construcción de la terminal de pasajeros del Aeropuerto de Tempelhof; según Norman Foster “la madre de todos los aeropuertos” y la edificación más grande del mundo hasta la inauguración del Pentágono en Washington. Si bien este aeropuerto no tuvo un protagonismo militar importante en la segunda guerra mundial, de sus sótanos salieron los motores de los Stuka que
bombardearon Europa en ese momento.
Irónicamente o como fruto cuántico de un agujero de gusano de la historia reciente, la terminal, cerrada al público en 2008, ha sido habilitada para acoger a los refugiados que en los últimos meses han llegado masivamente a Alemania especialmente desde Siria, arrojados por una fallida Primavera Árabe aunque también desde otros países de Oriente Próximo y África. Se han dado momentos en los que llegaban a Berlín 16.000 refugiados al día. Según cálculos de
FRONTEX, la institución europea encargada de la gestión de las fronteras, en 2015, último año del que hay datos oficiales, podrían haber llegado a Europa más de 1.830.000 migrantes de manera irregular.
Puede parecer en este punto que el problema es la presión migratoria y de hecho desde los medios de comunicación y los lobbys que los sostienen se nos muestra insistentemente esta parte de la ecuación como el problema en sí mismo, cuando la premisa a contemplar sería las causas que fomentan esta pulsión, y ahí es donde nos vamos a encontrar el otro extremo del agujero de gusano: al final de éste siempre encontraremos la frase de Carville para la campaña de Clinton “¡es la economía, estúpido!”, trabada con una buena colección de materias primas: guerra-comercio de armas, energía-petróleo-gas, Estado-territorio, religión-poder, tiempo-materia-energía.
Podemos ser más precisos, claro: la construcción de un gaseoducto desde Qatar hasta Europa para romper la dependencia energética europea de Rusia, cuyo trazado acaba atravesando Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía, se cuenta por parte de numerosos analistas como la causa última de la guerra de Siria, más allá de la Primavera Árabe. Qatar, aliada estratégica de Estados Unidos en la región, posee la mayor reserva de gas del mundo junto con Irán -cuyo gobierno no puede comercializarlo por las sanciones internacionales- tiene un importante problema para exportar su petróleo por el enorme coste que supone hacerlo por vía marítima y encuentra que la construcción de este gasoducto reduciría sus costes y aumentaría sus beneficios. De otro lado la Unión Europea consume casi el 70 % del
gas que exporta Rusia y ve con buenos ojos no depender de un solo proveedor al que no puede presionar suficientemente por otras cuestiones debido a esta enorme dependencia energética. Por supuesto nada es tan simple, pero ahí, en mitad de esta tormenta perfecta tenemos una guerra que se ha enquistado en territorio sirio durante años y del que se ven expulsados masivamente sus gentes.
Y este es solo un frente, podríamos seguir con buena parte de las causas últimas que empujan a quien se ve perseguido, en peligro personal o para su familia o en una situación imposible para tener una vida en paz o simplemente normal y no acabaríamos, pero la realidad es esta que hay que huir, que hay que salir y dejar atrás, tu tierra, tu país, a buena parte de tu familia y amigos y llegar a un lugar seguro y que pueda ser al menos promesa de una nueva vida.
Del otro lado, para atajar esta situación en septiembre de 2016 el Consejo de la Union Europea aprobó la nueva normativa para la puesta en marcha de la Agencia Europea de Guardacostas y Fronteras. Una fuerza de intervención rápida con capacidad para actuar en cualquier país de la Union Europea con el objetivo de salvaguardar sus fronteras y defenderlas de la presión migratoria. Ha sido puesto en marcha en octubre de ese mismo año con el apoyo de Alemania, Francia, Italia y España como sus principales impulsores aunque también ha despertado notable interés
en países pertenecientes al área Schengen como Noruega, Islandia o Suiza.
La situación creada a los migrantes como asilados sin estatus de asilados legalizado, los ha convertido en refugiados, desplazados, sin apenas derechos legales, perdidos en el limbo de la legislación internacional, prisioneros de su propia situación sin capacidad para cambiarla.
Así, si los refugiados son los nuevos prisioneros, los campos de refugiados, creados improvisadamente para acogerlos se han convertido en las nuevas cárceles, en las nuevas prisiones, el lugar donde habrán de pagar una pena de tiempo y privaciones por ser quienes son y venir de donde vienen.
La creación de campos de refugiados es una disciplina bien conocida para instituciones como la ONU y a pesar de ser por definición espacios de asentamiento temporal, muchos se construyeron con ese objetivo pero llevan décadas abiertos, facilitan la entrada de personas en situación de vulnerabilidad y peligro y su salida de esta situación y de estos espacios resulta mucho más complicada y se alarga en un tiempo suspendido en la indefinición.
Si bien, los campos de refugiados no son campos de concentración, ni cárceles o espacios de privación de libertad por
definición, las penurias a las que se ven sometidos quienes los habitan, las condiciones de vida que en ellos se dan y
los peligros implícitos, nos colocan en una situación, como sociedad que los sostiene, más que cuestionable.
Primo Levi, recluido y torturado en Auschwitz, diría años después: “Sí, cuando fui liberado, lo que dominaba era la vergüenza de ser un hombre […] Esto no significa que los verdugos y las víctimas sean los mismos” Sobre esto,
en su Abecedario videográfico Gilles Deleuze le responde a Claire Parnet: “Yo creo que en el origen del arte encontramos esa idea, o ese sentimiento muy vivo de una cierta vergüenza de ser un hombre, que hace que el arte consista en liberar la vida que el hombre ha encarcelado. El hombre no deja de encarcelar la vida, no deja de matar la vida. La vergüenza de ser un hombre: el artista es aquel que libera una vida, una vida potente, una vida que es más que personal, que no es la propia vida.
Son las palabras de Primo Levi, traídas a nuestros días, las que cruzan transversalmente esta propuesta.